Mamá me contó ayer que se fue al cielo una persona tan grande como su sonrisa. Y que taaaan grande era que
por eso se hace más grande el dolor por su pérdida.
Se llamaba Miliki y era
payaso. Bueno, era payaso y mucho más, porque también era músico, cómico, escritor…¡artista!
Mamá me dijo que Miliki se
preocupaba mucho por los demás porque siempre preguntaba: ¿Cómo están ustedeeeeees?
Y los demás siempre le
contestaban: ¡biiieeeen! porque era imposible no sentirse bien a su lado.
Mamá me contó qué hubo un
tiempo en el que ella era niña también y había un circo que alegraba siempre el
corazón. Y desde este circo Miliki daba siempre su función y cantaba muchísimas
canciones para que mamá y los niños como ella fueran felices y se lo
pasaran ¡cheverecheverechon!
Miliki y sus compañeros
payasos, Fofo, Gabi y Fofito, dieron vida a ese circo lleno de alegría y
emoción…
Con Don Pepito y Don José que
creo que eran dos tipos requetefinos...
Una tal Susanita que tenía un
ratón chiquitin...
Ramón que le daba a un balón
con una trompeta tarataratareta...
Una niña que planchaba los
lunes, los martes, miércoles y… ¡toda la semana!
Y una buena cocinera que se
llamaba Manuela porromponpon.
También había una gallina que
compró una vecina y que se llamaba Turuleca (la gallina, no la vecina) que iba
en el auto de papá sin parar de poner huevos (¡la gallina, no la vecina!).
Y allí iban ¡tooooodos felices
metidos en el auto de papá! Incluso a veces viajaban en un barquito de
cáscara de nuez adornado con velas de papel.
Y la Navidad con la familia en el hogar tenía sabor a mazapán y cuando algún amiguito cumplía años todos cantaban
¡Feliz en tu día!
Algo así me contaba mientras
yo me preguntaba ¿cómo cabrían todos en esa cáscara de nuez? ¡Qué circo tan
divertido!
Mamá me contó que cuando era
pequeña como yo, tuvo la suerte de conocer a Miliki, porque bailaba con otros niños en algunas
funciones de aquellos años.
Dice que cuando se subía el
telón y Miliki salía al escenario, todo eran aplausos, luz, sonrisas y
purpurina. Y que la risa de Miliki resonaba por todo el teatro desde el patio
de butacas a los camerinos. Decía que era mágico. Y entonces mamá, que lo contemplaba
entre bambalinas se ponía su nariz roja, le brincaba el corazón de alegría y
pisaba ese escenario orgullosa de formar parte de semejante espectáculo. Y así
entre función y función pasó esos años tan felices de su infancia con la huella
de la risa de Miliki resonando en su corazón.
Me pregunto si Miliki se habrá
ido al cielo en el auto de papá haciendo pi-pi-pi o en el barquito de cáscara
de nuez. Pero seguro que cuando se haya levantado el telón del cielo para
recibirle, todo serán ¡aplausos, luz, sonrisas y purpurina! Y será difícil mirar
al cielo sin reír al sentir los ecos de las carcajadas de Miliki resonando desde el cielo a nuestro corazón...
¿Habrá allí suficientes narices de payaso para todos? Seguro que Fofo y Gabi,
que dice mamá que ya están actuando allí, las habrán repartido todas para empezar la función los tres juntos de nuevo…
Así que lo tengo claro ¡Quiero
ser payaso como Miliki! Voy a comprar una nariz roja para alegrar el corazón de mamá que
ahora está triste porque se fue al cielo una persona tan grande como su
sonrisa...
¡Hasta pronto Miliki!
Una de tus niñas de
treintaytantos que siempre guardará tu sonrisa en su corazón.
¡Gracias!
Me he quedado sin palabras!...simplemente PRECIOSO!!!
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